15 de marzo de 2008

Zapatero anuncia cambios en su Gobierno para hacer frente a la crisis económica

Confía en ser investido presidente a la primera y tiene intención de someter su candidatura a la votación del Congreso el 8 de abril
PAULA DE LAS HERAS/ La Verdad
José Luis Rodríguez Zapatero confía en ser investido presidente a la primera. El presidente del Gobierno en funciones tiene intención de someter su candidatura a la votación del Congreso el próximo 8 de abril. Zapatero adelantó ayer en Bruselas que hará cambios en su actual equipo para adaptarlo a los objetivos prioritarios de la legislatura: la economía, la creación empleo y la modernización e innovación de España.
Según la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega,Zapatero someterá su investidura sólo una semana después de la constitución de las nuevas Cortes porque cuenta con no encontrar grandes obstáculos a una reelección por mayoría absoluta de la cámara. En 2004 fue posible. «Ahora tenemos más diputados y más apoyos; cabe esperar que en esta legislatura, respetando la soberanía del Parlamento, baste con una sola votación», matizó. El PSOE cuenta con 169 diputados y sólo necesita siete más para superar con éxito la elección. En caso de no llegar a un acuerdo con CiU (10 diputados) le bastaría con IU, ERC y BNG (sus apoyos en la primera fase de la legislatura pasada).
Los socialistas no ocultan que sus preferencias están con los nacionalistas catalanes y vascos. Más quizá con los primeros para un pacto en condiciones. Fuentes de la dirección del partido recuerdan que CiU siempre ha contribuido a la gobernabilidad de España y que es la única formación que, por sí sola, puede dar al PSOE los votos que necesitaría para sacar adelante sus propuestas con tranquilidad. Tampoco ocultan que en una legislatura que estará marcada por la desaceleración económica su respaldo resulta más conveniente que el de las formaciones de izquierdas que, además, han perdido vigor tras el 9 de marzo.
En cualquier caso, Zapatero nunca ha sido partidario de acuerdos de gobierno. No lo fue hace cuatro años con 164 diputados y no lo es ahora. Prefiere ir capeando el temporal según sople el viento y pactar, en su momento, cada ley y cada propuesta, aunque tenga aliados preferentes. El PNV entra en esta definición. Los socialistas tienen claro que les interesa «entenderse» con el partido que ahora lidera Iñigo Urkullu, pero fuentes de la ejecutiva recuerdan que no se puede perder de vista la proximidad de las elecciones vascas, ni el desafío de un referéndum que ni el lehendakari Juan José Ibarretxe ni el presidente de la formación pretenden aparcar. «No hay nada nuevo», aseguró ayer Fernández de la Vega.
El PSE pide que se tenga en cuenta su opinión antes de llegar a pacto alguno. Y el PSC se empeña en tener voz y voto en la negociación que se lleve a cabo con CiU. No es que se nieguen a un acuerdo (según aseguran en Ferraz, los socialistas catalanes están muy «colaboradores»), sino que claman por que no se hagan maniobras a sus espaldas como ocurrió tras las últimas elecciones autonómicas en las que, desde Madrid, se intentó evitar un acuerdo del tripartito.
Nueva estructura
Zapatero adelantó en rueda de prensa ofrecida en Bruselas que hará cambios para adaptar la estructura de su equipo a los objetivos prioritarios de la legislatura: la economía, la creación empleo y la modernización e innovación de España. Entre las posibilidades que se barajan en medios socialistas está la de volver a dividir el ministerio de Economía en dos y crear un departamento de Hacienda. El jefe del Ejecutivo solo aclaró que no va a ser «exacta» a la actual y que buscará la mayor funcionalidad posible; una forma de avisar a los suyos de que, por encima de las cuotas, pondrá aspectos pragmáticos.
En la anterior legislatura hubo cancha para los andaluces y para los catalanes (los dos principales caladeros de votos del PSOE en 2004). Ahora el PSC da por hecho que le corresponderán dos ministros y el PSE peleará por que uno de sus hombres se siente en los bancos azules del Congreso. Dicen que es lo menos que se les puede dar después de los «espectaculares» resultados del 9-M.

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