Los miembros de las peñas huertanas tuvieron que reforzar los techos de los ventorrillos e instalar plásticos para resguardar las estructuras y las cocinas de las potentes ráfagas
Acostumbrados a bregar contra las inclemencias de la primavera, el fuerte viento que sopló ayer en Murcia apenas despeinó a los miembros de las 39 peñas huertanas instaladas en la ciudad, que levantaron sus tablachos y recibieron la visita de centenares de vecinos deseosos de probar las viandas murcianas. Previsores, los responsables de los ventorrillos adecuaron sus instalaciones el sábado por la noche, cuando vieron que el aire comenzó a soplar con fuerza. Reforzaron techos, instalaron plásticos para proteger las mesas y las cocinas... A las doce del mediodía de ayer, todo estaba listo para recibir a los primeros clientes, que se hicieron de rogar hasta que terminó la procesión del Resucitado, pasada la una de la tarde.
«Tenemos reservas para unos cien comensales, pero parece que el tiempo no acompaña.
A ver si mejora y podemos acabar el día bien y empezarlo mejor mañana», comentaba Miguel Ángel Alarcón, de la peña La Picaza, quien calcula que estos días servirán 1.600 morcillas diarias. Al lado de la peña, un ejemplar de chata murciana daba de mamar a su prole de doce cerditos en el preciosista poblado huertano instalado en San Esteban.
Rosario y Lola, Las Torrás, preparaban a mediodía, como llevan haciendo los últimos 20 años, sus famosas pelotas y guisos de trigo en la peña La Verdolaga. Recetas tradicionales que aprendieron de su madre en La Albatalía, y que quienes han probado no olvidan. «Está todo buenísimo, el secreto está en seguir la tradición», comentaban sin dejar de moldear las albóndigas con cucharas. Junto al guiso, un enorme montón de hojas de limón limpias y secas preparadas para hacer los paparajotes del postre. «A ver si se nos da bien la semana. Hay que aprovechar, porque seguramente es el último año que estaremos aquí; nos trasladarán por las obras del parking, pero aún no sabemos dónde», comentaba preocupado el presidente de la peña, Carmelo González.
Las barracas aguantaron las embestidas del viento, que llegó a alcanzar los 33 kilómetros hora, según el centro meteorológico de Guadalupe, sin problemas. El vendaval apenas restó clientes a los ventorrillos, que confiaban en encarar la semana huertana con el tiempo de su parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario