FERNANDO LLAMAS/ elmundo.es
MADRID.- Eto'o, que había desperdiciado un penalti, y Messi resolvieron en el tramo final un clásico en el que el Madrid enseñó un vigor defensivo extraordinario. [Narración]
El Madrid llegó muerto. Parecía resucitar, primero con orgullo y tras el descanso con algo más de ideas, pero al final, muy al final, entre los minutos 84 y 91, perdió su apuesta. Está a 12 puntos del líder, un Barcelona con juego, pero al que sus errores pudieron darle un disgusto muy serio.
Consciente de su inferioridad, el Madrid tiró de unidad, de proclamas solidarias y de esfuerzo supremo para desde su propio campo desactivar la audaz apuesta de un Barcelona que sólo se concibe desde el balón. El 4-4-2 que propugna Juande Ramos fue una entelequia, con sus puntas en apoyo de los centrocampistas y éstos empeñados en la ayuda a sus defensas. Y gracias a esa manera de jugar apocada pero firme no sólo se libró de la catarata de goles que se temía, sino que llegó al intermedio lamentando una ocasión de gol, clarísima, que Drenthe falló de forma clamorosa ante la salida desesperada de Valdés.
El Barcelona atacó desde la salida hasta esa fenomenal pifia del holandés con la velocidad de balón que certifica cada día. En el primer cuarto de hora, las ayudas defensivas de los blancos se contabilizaron en faltas: la única forma que encontraron Ramos, Gago y hasta Sneijder para detener a Messi, la gran amenaza. Poco a poco el Madrid fue poco a poco cerrando el abanico de ataque azulgrana, que no encontró llegada por las bandas y se ofuscó en percutir con unos centrales blancos hasta ese momento impecables: Cannavaro y Metzelder.
Tuvo el Barça sus opciones de marcar y cambiar el guión, pero también Casillas se contagió del entusiasmo de sus compañeros y más arropado que jamás inició un camino de recuperación de sus valores. Paró tiros de Abidal, Messi, Eto'o y Henry, el más peligroso el del francés.
Un error lo tiene cualquiera. Ni los mejores del Barça se libran de la máxima. Y un balón perdido, golpeado con fuerza hacia adelante, encontró a Drenthe, muchas veces la única opción de ataque en el Madrid. El chico se encontró con la oportunidad de marcar un antes y un después en su incipiente y discutida trayectoria. Agudizó las dudas sobre su presencia en esa plantilla.
Un paradón de Valdés a zurdazo de Sneijder, sólo un minuto antes, había sido la primera bocanada de aire de su equipo, tan angustiado. Pero tardó poco en tocarse la parte de atrás del muslo y pedir el cambio. Quizá el momento cumbre en la dinámica del nuevo Madrid de Juande Ramos: dejó a Van der Vaart en el banco y dio la alternativa al canterano Palanca.
A Guardiola no le gustó nada el primer tiempo. Su equipo, por supuesto, había demostrado una superioridad casi insultante con el balón, pero no avanzaba y el rival se le creciá ante sus ojos. Por primera vez en las últimas semanas, Messi, Henry y Eto'o no intercambiaban sus posiciones, insistían en golpearse contra el muro blanco sin alternativa a mano.
El inicio del segundo tiempo trazó modificaciones. Messi se vino al centro, Eto'o ocupó la derecha. Y el Barcelona dejó que el Madrid tuviera más a su principal enemigo, que en estos tiempos es el balón. Con Pareja como principal artífice de sus pocas jugadas con profundidad, hollando el final de la banda derecha, territorio inexplorado por el Madrid de Bernd Schuster, el entrenador defenestrado.
El Barcelona, con alguna precaución en el ataque, siguió presionando y buscando. Encontró un claro penalti de Míchel Salgado al recién incorporado Sergio Busquets. Y Eto'o siguió degustando el sabor amargo de su contraste con Casillas, que le tiene agarrada la medida. El camerunés falló el penalti y resucitó al héroe del madridismo, que le rechazó una volea tremenda muy poco después.
El Madrid aguantaba y, en contraste con su imagen de la primera parte, tenía algo más de salida. Seguía precavido, pero el orgullo le otorgaba alguna posibilidad. La mejor la tuvo Pareja, que tras la pared con Raúl, obligó a Valdés a realizar su segunda intervención mágica de la noche.
El Camp Nou estaba hundido: ni goleada, ni siquiera victoria. Un penalti fallado, un dominio insulso... Y encontró la solución en una jugada nada artística, en un cabezazo de Puyol que terminó golpeando el balón, también de forma casi accidental, en Samuel Eto'o. La puntilla al Madrid tras haberle dejado, casi casi, resucitar.
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