Alcaraz es un entrenador sin ambición.
Prefiere perder la cartera a la calculadora. Se encontró anoche ante un Athletic vulgar, sostenido por su pasado, no por su presente, y demolido por un debate eterno: el del carné único que ¿es una virtud o es más un arancel? Ante un rival en descomposición, en un campo donde todos menos uno han puntuado y con uno más en el campo por expulsión de Ocio, dio orden de retirar las naves. Alcaraz tenía el toro abatido y fue incapaz de lanzarse al ruedo. Prefirió aplomo cuando tocaba audacia. Eligió la propina de un punto porque quitó del campo a Baiano y Abel, sus dos violinistas, cuando el partido agonizaba y mandó un mensaje inequívoco a sus jugadores: tenemos la victoria más cerca que ellos, pero con el empate me sobra. Era el peor final para un partido crespo, sin terciopelo, que se decantó con dos penaltis y una segunda parte apañada que mereció otra desembocadura.
El Murcia saltó a San Mamés encima del patíbulo, en un partido que los resultados previos habían puesto en carne viva, y pudo acabar en la zona media de no haber optado por repantigarse. Prefirió la vía del miedo, igual al final que al principio. El Athletic planteó un partido no apto para timideces. Es su problema. Tiene más raíz que nadie pero está obligado a rellenar con acciones leoninas donde no le llega la técnica. Goitom, que formó pareja de baile con Baiano, acabó acribillado a colmillazos en un primer tiempo de poca arquitectura y con dos vías muertas para el Murcia: Abel, a la derecha, es un jugador enjaulado. Ahí pierde la chistera y todo para nada porque el Murcia, con Pablo y Movilla como pivotes, está sobrado de experiencia, pero lo mismo que le sobra es lo que le mata porque hay demasiados galones y falta velocidad. Sólo historia
El Athletic mostró entereza pero nada más. Los leones sacan fuerza mirando a su historia. Eso y una hinchada vocinglera, que no decae, sostienen a un mal equipo que se fue con triunfo al descanso por los miramientos del rival y unas manos de Movilla que desviaron el balón en un lanzamiento de falta. Despiste en el penalti y despiste en el disparo. Notario paró el tiro de Orbaiz, pero la defensa debía andar de palique porque llegó Koikili al rechace asombrado de estar tan solo. Sólo tuvo que empujar.
El Murcia jugó cuando perdió el miedo. Nunca antes. Necesitó 45 minutos para cambiar de piel y sólo entonces estuvo cerca del triunfo. Empató primero en un penalti marcado por Baiano, reducido a marcar así en este sistema. Sus dos goles en los últimos partidos despejan las dudas y constituyen la mejor noticia para el Murcia: Baiano acaba el 2007 goleando pero se confirma como el goleador del 2008. Debe ser el delantero inamovible del Murcia, el que esté por encima de las circunstancias. Una acción de Orbaiz sobre Abel lo puso en el punto de penalti y ahí Baiano no falló. Un tiro perfecto.
El Murcia tenía el empate, pero aspiraba al triunfo porque Abel volvió al centro, de donde nunca debía haber salido, para hacer diabluras: mandó un tiro envenenado que se fue al larguero. Íñigo y Regueiro estuvieron cerca.
El Murcia se comía al Athletic, que había planteado un partido de púgiles, sobre un cuadrilátero, y se veía noqueado, pero encontró un aliado donde menos lo esperaba, al otro lado. Alcaraz quitó a Abel y Baiano, dejó al Murcia sin punta y contagió a la plantilla de su inapetencia: con uno más en el campo, Notario perdía tiempo y San Mamés respiraba aliviado. Ataba un punto cuando no podía aspirar a la victoria que Alcaraz acababa de despreciar.
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