16 de octubre de 2011

Programa del PP: malas noticias


Si Rajoy no lo enmienda, su oferta electoral recogerá otra amenaza para el Segura: reservas en las cuencas cedentes para necesidades 'presentes y futuras' 

16.10.11 - 00:58 - 
Llegan malas noticias para la Región desde la calle Génova, enmascaradas en un triunfalismo indisimulado por una holgada victoria en las urnas de la que allí nadie duda.
El libro con la oferta electoral del PP -más delgado que nunca, todo hay que decirlo- fue impreso hace un mes y se guarda en un cajón del que Rajoy tiene la única llave. Solo él puede sacarlo y tachar o añadir lo que le plazca. De momento, si el presidente del partido no decide mover ficha (y no tiene por qué hacerlo, visto con perspectiva el tablero de juego), el programa habla de agua, pero no de ríos: ni del Tajo, sobre el que aún penden amenazas en épocas de sequía -que volverán, como las golondrinas-, ni del Ebro, ni -claro está- del Segura.
Las alusiones del programa a los recursos hídricos y a los planes hidrológicos se limitan a reflejar un principio ambiguo que ya figura en la Constitución («la solidaridad entre territorios»), y a recoger las sempiternas exigencias de las cuencas del Tajo y del Ebro, en el sentido de que «las cuencas cedentes tendrán preferencia sobre las cuencas receptoras», lo que viene a suponer que, en caso de disputa, se deshará el empate en sentido contrario a los desembalses. Pero la peor noticia llega de la mano de una coletilla que parece sacada del mismísimo Estatuto de Autonomía de Aragón, y que permite a una cuenca excedentaria (la del Ebro y la del Tajo lo son) reservarse unos caudales determinados a cuenta de las muy inciertas «necesidades presentes y futuras». Este añadido significa lo que parece: que no se permitirá el envío de agua a una cuenca deficitaria (la del Segura lo es, la única de España con déficit estructural) hasta que los caudales disponibles en la cuenca de origen aseguren el abastecimiento a su territorio de influencia en todo lo que éste pueda necesitar hoy..., y el día de mañana. Tal vaguedad supondrá, de hecho, un veto a los trasvases, por más que en el párrafo anterior se apele (superfluamente, pues se trata de un precepto constitucional) a la frágil garantía de la solidaridad interterritorial.
¿Qué ha pasado para llegarse a este punto? ¿Quién ha redactado, y por qué, un programa electoral que defrauda abiertamente las expectativas de desarrollo de Murcia y Alicante? ¿No pueden los siete diputados al Congreso por Murcia que votarán la investidura de Rajoy sacar el libro del cajón y retocarlo?
Difícil lo tienen. Para empezar, porque el puño y la letra con que se ha escrito el folleto corresponden a un diputado por Zaragoza, Baudilio Tomé Muguruza, a la sazón coordinador del programa electoral del partido. Por si esto fuera poco, el PP aragonés concurrirá el 20-N al Congreso en coalición con el PAR, una formación regionalista que lleva en su ADN una declaración de principios: el Ebro no se toca. Así las cosas, que nadie espere de María Fernanda Rudi, la presidenta de Aragón, que acepte la más mínima veleidad trasvasista.
Del equipo redactor del programa forma parte también un diputado por Murcia, Jaime García-Legaz (que repite en la candidatura recién aprobada), mano derecha de José María Aznar en la fundación FAES y de quien cabe pensar que se ha partido el pecho tratando de evitar lo inevitable. Pero salta a la vista que le han doblado el brazo, a él y a sus compañeros de Murcia en el Congreso, salvo que todavía no haya concluido el pulso.
Veamos ahora el tablero de juego en el que Rajoy prepara la gran partida de su vida. Murcia es para el PP 'territorio conquistado': nada indica que vaya a perder votos (menos aún, escaños) y, considerando la endeblez de su adversario, hasta en el PSRM-PSOE se temen que el 20-N más bien pueda agrandar el granero de Valcárcel, de forma que poco importa -por no decir nada- lo que se ponga en un programa electoral que, además, solo ojearán unos cuantos. Si lo de Murcia 'está hecho' para el PP sin bajarse del autobús, ¿por qué arriesgar entonces con el Ebro un gobierno precario en Aragón, o meter en un aprieto a la recién estrenada presidenta de Castilla-La Mancha (Cospedal, la número dos de la familia) con alusiones 'sospechosas' al Tajo-Segura?
Lo suyo sería enfocar el asunto del agua de otra forma: estamos ante un problema de Estado, y hablamos de unas elecciones legislativas. Pero todo ahora sirve en el PP al único objetivo de que Rajoy se encarame por fin a la presidencia del Gobierno, de tal suerte que nadie en la calle Génova permitirá un desliz que dificulte el paseo triunfal hacia la Moncloa.
¿Y Valcárcel? Sigue gozando en Madrid de una magnífica consideración, la que desde 1995 ha merecido a los ojos de la dirección nacional del PP y, conociéndolo, raro sería que no hubiera intentado ya -o bien que no lo intente aún- forzar el cajón donde Rajoy guarda su programa electoral, para enmendarlo en el capítulo del agua.
Sin embargo -paradoja del destino- a Valcárcel le ha jugado una mala pasada la paliza electoral del PP al PSOE en las autonómicas de mayo pasado. Ahora son 13 los barones de Rajoy, cuando antes eran 6. Consecuencia: todos pierden capacidad de influencia ante su jefe.
Tampoco en el terreno de las infraestructuras se vislumbra un panorama halagüeño. No hay un euro, ya se sabe, y el futuro presidente del Gobierno deberá dotarse de grandes tijeras para podar la crisis, a falta de una varita mágica. En el caso de que mantenga la intención que sus más cercanos le atribuyen, respetará en lo sustantivo el Plan del ministro Blanco, a saber: seguirá adelante con las obras que están ya muy avanzadas, y aplazará sin fecha las que se encuentran en mantillas o solo existen sobre un papel. En lo que a Murcia concierne, esta hipótesis aseguraría la llegada del AVE a Murcia en 2014 (Cartagena tendrá que esperar) y la terminación de Camarillas para acortar el viaje a Madrid por la línea convencional. El resto de los proyectos (circunvalación norte de Murcia y autovías del Altiplano y el Reguerón) pasarán probablemente a una fase de hibernación, en la esperanza de que alguna vez escampe en los mercados. Y ya se explicará en la campaña -y, después, desde el Gobierno- lo que haya que explicar.
Malas noticias, ya ven.

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