14.03.10 - 00:56 -
JOSÉ CARLOS CARABIAS BAHREIN/ la Verdad
JOSÉ CARLOS CARABIAS BAHREIN/ la Verdad
Bruno Senna y Karun Chandhok, los pilotos de la escudería murciana, partirán desde las dos últimas posiciones
El asturiano y el británico, tercero y cuarto en la parrilla. Hispania arranca al fin sus dos coches
No todo es el decorado metálico que envuelve a la fórmula 1. No sólo se desparraman décimas y tuercas entre aleaciones de carbono y similares que confieren a este deporte una apariencia desnaturalizada. Están las sensaciones personales, el pálpito que le llega a cada piloto entre reuniones, decisiones, estrategias y ordenadores portátiles. Está el champán como símbolo.
Lo soltó Fernando Alonso entre explicaciones más o menos concienzudas sobre la variable entre los neumáticos duros y blandos (se degradan igual con el coche lleno hasta los topes de gasolina), la táctica de los paradas (las gomas blandas duran entre 10 y 15 vueltas) y la obligada necesidad de los equipos de sacar rédito entre el peso y la velocidad. La piedra filosofal de la temporada de la F-1, sin repostajes de combustible. «Echo de menos el champán», dijo el astur.
El español condujo el Ferrari hasta la tercera posición de la parrilla, ayer en Bahrein, después de un ciclo sin burbujas. Durante los últimos dos años en Renault sólo se ha regado el mono tres veces con el espumoso. Sus dos victorias en Singapur y Japón en 2008 y un podio en el mismo escenario nocturno.
La parroquia echaba de menos a Fernando Alonso en las ruedas de prensa posteriores a la contrarreloj del sábado y él se había olvidado del estrés que circunda al escalafón dominante. A cambio de un potente salario en Renault y de una época dispersa sin coche para competir, Alonso había perdido las sinergias con los dominadores.
«Necesitaba una confirmación», explicó como el niño que duda si lo está haciendo bien y mira al padre en busca de aprobación. El desembarco en Ferrari sólo ha entregado buenas noticias para el piloto y él se sentía en la obligación de corresponder. Hay coche, hay conductor y asoman las posibilidades de éxito.
Otra cuestión eran las expectativas que su regreso a Ferrari había esparcido por el ambiente. Como siempre en suelo ibérico, se pasó de la nada al todo y por ese ángulo se interpretó que Alonso iba a arrasar a la concurrencia desde el minuto uno de partido. No sucedió nada de esto. Massa, su compañero, inactivo durante ocho meses por aquel accidente del muelle en Hungría, le ganó en el primer asalto. Y también Sebastián Vettel, el alado representante de Red Bull que vuela con cualquier tipo de volante.
«Es bonito volver a ser competitivo después de un periodo tan difícil, es una buena manera de empezar la temporada y una buena recompensa para todos por el trabajo que ha hecho el equipo durante el invierno. La carrera será muy difícil pero estoy contento de tener la posibilidad de luchar por el primer puesto», dijo Felipe Massa tras la clasificación.
El piloto brasileño indicó que «había dado el máximo haciendo una vuelta muy buena en el último intento, cuando las anteriores no me habían salido tan bien».
Y el alemán Sebastian Vettel dijo al final de la sesión de clasificación, que había sido una sorpresa muy grande. «Ha sido una sorpresa muy grande, en las pruebas invernales no se sabe exactamente dónde estás. Estaba claro que había cuatro equipos muy fuertes y muy cerca unos de otros».
De la Rosa, lejos
Quedó claro que Alonso ha regresado y en la misma lectura se da por sentado que Michael Schumacher debe sacudirse la carbonilla. Tres cursos en el sofá de casa lo apartaron del primer cartel. Superado por su compañero Rosberg, navegó lejos de los Red Bull y los Ferrari. Saldrá séptimo. De la Rosa y Alguersuari viajaron en la segunda clase, pasajeros de un tren que pelea por los puntos.
Y quedó claro igualmente que se ha abierto un abismo entre el club de los cuatro -Red Bull, Ferrari, McLaren y Mercedes- y la franja pobre. Hubo nueve segundos entre Vettel y el Hispania de Chandhok. Un 8-0 en fútbol. Finalmente llegaron todas las piezas y el segundo coche español pudo surcar el ciberespacio. Fue devorado por los tiburones, como estaba cantado, pero aun así, magullados y con cicatrices, los chicos de José Ramón Carabante jalearon a la lanzadera del indio como un triunfo. Su mensaje es unidireccional: estar aquí, en el desierto de Bahrein, ya es una victoria.
El asturiano y el británico, tercero y cuarto en la parrilla. Hispania arranca al fin sus dos coches
No todo es el decorado metálico que envuelve a la fórmula 1. No sólo se desparraman décimas y tuercas entre aleaciones de carbono y similares que confieren a este deporte una apariencia desnaturalizada. Están las sensaciones personales, el pálpito que le llega a cada piloto entre reuniones, decisiones, estrategias y ordenadores portátiles. Está el champán como símbolo.
Lo soltó Fernando Alonso entre explicaciones más o menos concienzudas sobre la variable entre los neumáticos duros y blandos (se degradan igual con el coche lleno hasta los topes de gasolina), la táctica de los paradas (las gomas blandas duran entre 10 y 15 vueltas) y la obligada necesidad de los equipos de sacar rédito entre el peso y la velocidad. La piedra filosofal de la temporada de la F-1, sin repostajes de combustible. «Echo de menos el champán», dijo el astur.
El español condujo el Ferrari hasta la tercera posición de la parrilla, ayer en Bahrein, después de un ciclo sin burbujas. Durante los últimos dos años en Renault sólo se ha regado el mono tres veces con el espumoso. Sus dos victorias en Singapur y Japón en 2008 y un podio en el mismo escenario nocturno.
La parroquia echaba de menos a Fernando Alonso en las ruedas de prensa posteriores a la contrarreloj del sábado y él se había olvidado del estrés que circunda al escalafón dominante. A cambio de un potente salario en Renault y de una época dispersa sin coche para competir, Alonso había perdido las sinergias con los dominadores.
«Necesitaba una confirmación», explicó como el niño que duda si lo está haciendo bien y mira al padre en busca de aprobación. El desembarco en Ferrari sólo ha entregado buenas noticias para el piloto y él se sentía en la obligación de corresponder. Hay coche, hay conductor y asoman las posibilidades de éxito.
Otra cuestión eran las expectativas que su regreso a Ferrari había esparcido por el ambiente. Como siempre en suelo ibérico, se pasó de la nada al todo y por ese ángulo se interpretó que Alonso iba a arrasar a la concurrencia desde el minuto uno de partido. No sucedió nada de esto. Massa, su compañero, inactivo durante ocho meses por aquel accidente del muelle en Hungría, le ganó en el primer asalto. Y también Sebastián Vettel, el alado representante de Red Bull que vuela con cualquier tipo de volante.
«Es bonito volver a ser competitivo después de un periodo tan difícil, es una buena manera de empezar la temporada y una buena recompensa para todos por el trabajo que ha hecho el equipo durante el invierno. La carrera será muy difícil pero estoy contento de tener la posibilidad de luchar por el primer puesto», dijo Felipe Massa tras la clasificación.
El piloto brasileño indicó que «había dado el máximo haciendo una vuelta muy buena en el último intento, cuando las anteriores no me habían salido tan bien».
Y el alemán Sebastian Vettel dijo al final de la sesión de clasificación, que había sido una sorpresa muy grande. «Ha sido una sorpresa muy grande, en las pruebas invernales no se sabe exactamente dónde estás. Estaba claro que había cuatro equipos muy fuertes y muy cerca unos de otros».
De la Rosa, lejos
Quedó claro que Alonso ha regresado y en la misma lectura se da por sentado que Michael Schumacher debe sacudirse la carbonilla. Tres cursos en el sofá de casa lo apartaron del primer cartel. Superado por su compañero Rosberg, navegó lejos de los Red Bull y los Ferrari. Saldrá séptimo. De la Rosa y Alguersuari viajaron en la segunda clase, pasajeros de un tren que pelea por los puntos.
Y quedó claro igualmente que se ha abierto un abismo entre el club de los cuatro -Red Bull, Ferrari, McLaren y Mercedes- y la franja pobre. Hubo nueve segundos entre Vettel y el Hispania de Chandhok. Un 8-0 en fútbol. Finalmente llegaron todas las piezas y el segundo coche español pudo surcar el ciberespacio. Fue devorado por los tiburones, como estaba cantado, pero aun así, magullados y con cicatrices, los chicos de José Ramón Carabante jalearon a la lanzadera del indio como un triunfo. Su mensaje es unidireccional: estar aquí, en el desierto de Bahrein, ya es una victoria.
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