El piloto australiano Mark Webber logra en Montmeló su primera victoria de la temporada; los dos coches de Hispania abandonan
El asturiano conquista la segunda plaza por los percances de Vettel y Hamilton
La VerdadEl asturiano conquista la segunda plaza por los percances de Vettel y Hamilton
Hay una cualidad que prevalece por encima de todas en Fernando Alonso. La tenacidad, su determinación. Es incapaz de dejar algo a medias, sin pulir. No entiende el deporte y la competición, tal vez la vida, sin exprimir todo el jugo que esconde cualquier recoveco. Y ayer en Montmeló, en una carrera plomiza, sin mucha historia que contar, obtuvo un tesoro en su permanente postura de leopardo agazapado. En el rebote se llevó un segundo puesto y 18 puntos que le supieron a gloria. Mark Webber plasmó la hegemonía de los Red Bull con una victoria contagiosa, celebrada en el 'paddock' con espíritu juvenil.
La gente acude a la Fórmula 1 con una óptica muy diversa respecto al dramatismo con el que se viven las cosas dentro de la burbuja del 'paddock'. La mayoría quiere un poco de diversión, días de fiesta con los amigos y un servicio general por parte de la organización del evento. Y si cae un regalo, mucho mejor.
No es el fútbol, en el que los aficionados más recalcitrantes se llevan un berrinche si su equipo no gana o si lo hace el eterno rival. La gente sigue mostrando curiosidad por el producto Fórmula 1 y no son desdichados si Alonso no vence. Pilotan con él, le acompañan hasta donde quiera soñar, pero no están tristes si la suerte le vuelve la espalda. Mañana será otro día, que el trabajo escasea en España y hay que salir a flote.
En las tripas de la Fórmula 1 se habla con gravedad de otros asuntos, siempre con seriedad ambiental y apariencia de temas profundos. Ya lo dijo Franz Tost, el capo de Toro Rosso. «No tengo tiempo para perderlo en el cine». A los protagonistas de la F-1 les gusta darse mucha importancia.
Con toda seguridad, Alonso estaba más motivado en Barcelona que en cualquier otro escenario. Siente su país y le gusta mostrar su condición de español, principio tan denostado en foros pseudo-progres. Pero eso no hizo que el Ferrari corriese más. Tal vez sí que él se exigiese algo más, aunque es difícil porque ya lo hace de costumbre.
Resulta que el Ferrari no corre tanto como el Red Bull. Por la mano de Newey o por lo que sea, se encuentra un punto por debajo. Y en ausencia de otros resortes, la carrera estaba medio condenada a que los pilotos energéticos cometiesen un error.
El día se anunció plomizo porque la carrera no ofreció grandes alternativas. Todo tuvo un perfil académico, como de conducción por un raíl. La salida no decretó ningún movimiento, cambio o similares, salvo en la zona de descenso.
El Sauber de Pedro De la Rosa resultó dañado y por ahí vivió otro calvario el barcelonés, que finalmente se retiró en la vuelta 22. Nada hubo en el paquete Champìons. El puzle no se descompuso. Viajaron como salieron. Webber, Vettel, Hamilton y Alonso. Y así durante una hora y media.
Vueltas rápidas de los Red Bull, secundadas por un Alonso igualmente fino en el tramo decisivo, notable carrera de Alguersuari con una salida espectacular y un Schumacher más comódo con su nuevo Mercedes, más largo. Tenía un aire mortecino la carrera cuando todo saltó por los aires. Los designios de la mecánica.
A Vettel le fallaron los frenos y a Hamilton le saltó una rueda. Montmeló se desperezó y rugió otra vez como en los buenos tiempos. La paciencia de Alonso, la carrera-maratón, su competitividad le proporcionaron esta vez un regalo caído del cielo.
Un tesoro que le integra dentro del plan que maneja desde principio de año. La solidez, el largo plazo, la general del Tour y sus 19 etapas. Se han consumido cinco y el asturiano es segundo en el Mundial. Los Red Bull son imbatibles, galácticos, pero de momento están por detrás del español.
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