Por Faustina Sánchez presidenta de la Sociedad Murciana de Estudios Criminológicos
El antropólogo Francis Galton publicó en 1892 su obra “Huellas Dactilares” donde plantea la posibilidad del uso de patrones de las impresiones digitales de los dedos de las manos como método en la identificación individual en la escena de un delito. Desde entonces el sistema de identificación lofoscópico ha ocupado el papel predominante en la identificación forense y criminal.
Las impresiones digitales son únicas para cada individuo e inmutables, es decir, permanecen de por vida desde su formación en el útero materno.
Aproximadamente en el tercer mes de vida intrauterina ya han adquirido su forma definitiva. Las impresiones digitales presentan disposiciones características para cada individuo, y las forman crestas y surcos. En las crestas se encuentran los poros que son en realidad glándulas sudoríparas. Estas segregan sudor que impregna las superficies que se tocan con los dedos.
El sudor tiene su importancia también. Su composición es compleja: agua, sal, cloruro potásico, sulfatos, fosfatos, lactosas, ureas y lípidos. El estudio y conocimiento de estos compuestos ha permitido el uso de reactivos necesarios para hacer visibles las huellas latentes.
No es intención de este breve comentario profundizar en la lofoscopia sino aclarar las diferentes posibilidades de identificación e individualización a las que el investigador puede recurrir en la escena de un delito y la evolución hasta la actualidad incluso de técnicas tan tradicionales como el estudio de la huella dactilar.
En este sentido, y conociendo la composición del sudor, un grupo de científicos de Los Álamos en EEUU, han ideado una técnica llamada fluorescencia de microrayos X (MXRF) que permite detectar el sodio y el cloro del sudor sin alterar la impresión dactilar. Este nuevo procedimiento es útil en superficies donde hasta ahora se obtenían huellas con poco contraste, de mala calidad, como en el plástico, la madera o la piel humana.
Otras técnicas están en fase experimental, como el caso de la propuesta por McMurray ( Universidad de Gales), cuyo equipo trabaja actualmente en la recuperación de la marca dactilar en superficies metálicas expuestas a temperaturas de hasta 600ºC, con el fin de intentar detectarlas en proyectiles después de la detonación de una bomba o en el foco de un incendio.
La idea básica que tratan de conseguir es medir las reacciones electroquímicas que ocurren cuando los dedos tocan el metal. Han obtenidos resultados positivos para superficies de hierro, aluminio, acero y zinc con superficies lisas o curvas.
Una de las cuestiones que se ha planteado en el estudio de las huellas dactilares es su no infalibilidad. Se ha visto que ciertas conductas adictivas y el paso del tiempo pueden modificar la impresión dactilar.
Es una conclusión que se deduce de un estudio realizado por investigadores del King College de Londres que afirman que determinadas drogas como nicotina, cocaína e incluso productos cosméticos, son capaces de alterar la huella. Estas sustancias quedan impresas por así decir en la impresión dactilar. Se intenta por otro lado aplicar la propia composición de una impresión digital como rasgo identificativo.
En esta línea, la Dra. Jickells , piensa que los ingredientes químicos de una huella, en su mayoría lípidos, son singulares en cada individuo, lo que podría ser un dato identificativo más junto a la morfología de la impresión dactilar. Podría incluso deducir sus hábitos por su huella dactilar. No es sin embargo por si mismo un dato identificativo porque puede inducir a error pero podría utilizarse para descartar, en casos más dudosos de huellas parciales o poco nítidas, que se trate de la persona sospechosa.
En la actualidad la lofoscopia sigue siendo una técnica necesaria y como hemos visto se intenta perfeccionar aún más sus posibilidades identificativas.
No sabemos a priori si el rastro, el indicio nos llegará a través de las huellas dactilares o de otras marcas, impresiones o restos biológicos del cuerpo o vestimenta del autor de unos hechos.
La identificación labial, la queiloscopia o estudio del dibujo de los labios que deja su impronta en los objetos con los que contacta, ha sido en ocasiones el único indicio y si no el único, si un dato importante en el lugar de un crimen.
Sin embargo también el avance de la cosmética ha tenido sus repercusiones en este tipo de rastro. Las barras de labios de larga duración dejan huellas invisibles no existiendo un método estandarizado para detectar este tipo de indicios. Es de especial importancia las dejadas sobre la piel humana. Investigadores como Fernando Verdú y Ana Castelló, de la Universidad de Valencia han ensayado diferentes métodos y de estos proponen con mejores resultados en el caso de huellas de labios sobre superficies claras usar tres colorantes: Sudan III, Sudán Black y Oil Red 0. Si se trata de superficies oscuras: recomiendan usar reactivos fluorescentes bajo una fuente de luz forense.
Las impresiones digitales son únicas para cada individuo e inmutables, es decir, permanecen de por vida desde su formación en el útero materno.
Aproximadamente en el tercer mes de vida intrauterina ya han adquirido su forma definitiva. Las impresiones digitales presentan disposiciones características para cada individuo, y las forman crestas y surcos. En las crestas se encuentran los poros que son en realidad glándulas sudoríparas. Estas segregan sudor que impregna las superficies que se tocan con los dedos.
El sudor tiene su importancia también. Su composición es compleja: agua, sal, cloruro potásico, sulfatos, fosfatos, lactosas, ureas y lípidos. El estudio y conocimiento de estos compuestos ha permitido el uso de reactivos necesarios para hacer visibles las huellas latentes.
No es intención de este breve comentario profundizar en la lofoscopia sino aclarar las diferentes posibilidades de identificación e individualización a las que el investigador puede recurrir en la escena de un delito y la evolución hasta la actualidad incluso de técnicas tan tradicionales como el estudio de la huella dactilar.
En este sentido, y conociendo la composición del sudor, un grupo de científicos de Los Álamos en EEUU, han ideado una técnica llamada fluorescencia de microrayos X (MXRF) que permite detectar el sodio y el cloro del sudor sin alterar la impresión dactilar. Este nuevo procedimiento es útil en superficies donde hasta ahora se obtenían huellas con poco contraste, de mala calidad, como en el plástico, la madera o la piel humana.
Otras técnicas están en fase experimental, como el caso de la propuesta por McMurray ( Universidad de Gales), cuyo equipo trabaja actualmente en la recuperación de la marca dactilar en superficies metálicas expuestas a temperaturas de hasta 600ºC, con el fin de intentar detectarlas en proyectiles después de la detonación de una bomba o en el foco de un incendio.
La idea básica que tratan de conseguir es medir las reacciones electroquímicas que ocurren cuando los dedos tocan el metal. Han obtenidos resultados positivos para superficies de hierro, aluminio, acero y zinc con superficies lisas o curvas.
Una de las cuestiones que se ha planteado en el estudio de las huellas dactilares es su no infalibilidad. Se ha visto que ciertas conductas adictivas y el paso del tiempo pueden modificar la impresión dactilar.
Es una conclusión que se deduce de un estudio realizado por investigadores del King College de Londres que afirman que determinadas drogas como nicotina, cocaína e incluso productos cosméticos, son capaces de alterar la huella. Estas sustancias quedan impresas por así decir en la impresión dactilar. Se intenta por otro lado aplicar la propia composición de una impresión digital como rasgo identificativo.
En esta línea, la Dra. Jickells , piensa que los ingredientes químicos de una huella, en su mayoría lípidos, son singulares en cada individuo, lo que podría ser un dato identificativo más junto a la morfología de la impresión dactilar. Podría incluso deducir sus hábitos por su huella dactilar. No es sin embargo por si mismo un dato identificativo porque puede inducir a error pero podría utilizarse para descartar, en casos más dudosos de huellas parciales o poco nítidas, que se trate de la persona sospechosa.
En la actualidad la lofoscopia sigue siendo una técnica necesaria y como hemos visto se intenta perfeccionar aún más sus posibilidades identificativas.
No sabemos a priori si el rastro, el indicio nos llegará a través de las huellas dactilares o de otras marcas, impresiones o restos biológicos del cuerpo o vestimenta del autor de unos hechos.
La identificación labial, la queiloscopia o estudio del dibujo de los labios que deja su impronta en los objetos con los que contacta, ha sido en ocasiones el único indicio y si no el único, si un dato importante en el lugar de un crimen.
Sin embargo también el avance de la cosmética ha tenido sus repercusiones en este tipo de rastro. Las barras de labios de larga duración dejan huellas invisibles no existiendo un método estandarizado para detectar este tipo de indicios. Es de especial importancia las dejadas sobre la piel humana. Investigadores como Fernando Verdú y Ana Castelló, de la Universidad de Valencia han ensayado diferentes métodos y de estos proponen con mejores resultados en el caso de huellas de labios sobre superficies claras usar tres colorantes: Sudan III, Sudán Black y Oil Red 0. Si se trata de superficies oscuras: recomiendan usar reactivos fluorescentes bajo una fuente de luz forense.
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